lunes, 19 de abril de 2010

Roomatte

Me despierto y escucho ruidos en la cocina. Estás preparando el desayuno. Me quedo unos segundos en la cama y pienso ¿Qué harás hoy? ¿Pankekes? ¿Tostadas francesas?

Salto de la cama inmediatamente a la cocina para verte en tu pijama de pantaloncito corto. Estabas más deliciosa que los pankekes con mermelada de mora que ya estaban en la mesa.

Me recibes con tu acostumbrada sonrisa, esa que forma un hoyuelo en tu mejilla.

Desayunamos y hablamos de las noticias de anoche, criticamos a la vieja que habla de chismes políticos y a la de farándula, que se mantiene allí por bonita.

Hacemos la lista de tareas de esta semana, bueno tú la haces, yo solo te observo escribir y a todo digo si.

Hoy es Domingo. Me dices que más tarde viene Sergio, el idiota de tu novio, que irán al cine. Me preguntas qué voy hacer. Nada como siempre, quedarme en casa viendo televisión. Creo que sientes un poco de pena por mi. Me invitas, pero ya sabes mi respuesta. No insistes.

A pesar de tener que verle la cara a tu novio. Me gustan los fines de semana porque casi siempre desayunamos juntas, tú en tus pijamas diminutas y yo disfrutando de tu paisaje.

Ahora sales de tu cuarto, tienes el mismo vestido que llevabas puesto el día que llegué a este apartamento por tu aviso clasificado. Allí estaba yo, con mis jeans desgastados y mis tenis sucios. Tú me miraste de arriba abajo y yo pensé: Quien me manda a buscar apartamento en el norte. Nos sentamos y me sometí a tu pequeño interrogatorio. ¿De dónde soy? ¿Dónde estudio? ¿Trabajo? ¿Dónde viven tus papás? ¿Tu música favorita?¿ Tu comida favorita? ¿Cocinas? No las recuerdo todas, pero a medida que respondía, me decía: Te rajaste. No cumpliste con los requisitos. Al terminar el “examen” yo me preparaba para levantarme del sofá, despedirme y darte las gracias. ¡Pero que sorpresa! Tú dijiste: ¿Cuándo te pasas?

Cuando regresaste estaba encerrada en mi cuarto leyendo a Bukowski y acabando mi cigarrillo. Llegaste sola, te peleaste con Sergio, no es para sorprenderse. Vienes llevada del putas y pienso que te ves sexy. Me cuentas todo el drama, obviamente te doy la razón, es lo que quieres escuchar en ese momento. Te irás a dormir sola. Eso me alegra de cierta manera. Muchas veces llegas con él, se van a tu cuarto y los escucho. Al principio siento celos, rabia. Luego tus gemidos sobresalen y empiezo a excitarme, después vuelvo a los celos, la rabia.

Seguimos hablando sentadas en el sofá, pero cambiamos de tema. Jugamos a las cartas y como siempre tú pierdes. Empieza a llover muy fuerte, te asustan los truenos y me gustaría abrazarte. “Tranquila” te digo intentando acercarme más de lo normal, pero no me dejas, te mueves nerviosa.

Luego me tomas del brazo y me dices : No te vayas a dormir todavía, espera a que termine de llover. Ahora hablamos del tipo gay de enfrente, de la pareja del piso de arriba y sus esporádicos escándalos. Llegamos a ese temita tuyo ¿Conociste a alguien? Yo respondo : Ya no hay hombres que valgan la pena. ¿Y el tipo con el pelo revuelto que estaba contigo abajo el otro día? Ah! Es un amigo nada más. Eres bonita, inteligente, simpática debe ser porque no quieres. Me doy cuenta que sabes mentir. Soy rara, ¿Te acuerdas? Rara sí, eso le dijiste a tu mamá por teléfono, una noche que pensabas que dormía. ¡Es rara mamá! Nunca trae visitas. No hay familiares, no tiene novio, ni amigos. Sólo un gato que una vez recogió de la calle y a los dos día huyó por la ventana.

Bueno yo también te miento. El mechudo del otro día se llama Javier y apenas lo llamo viene a la portería. Dice sin interés; ¿Cómo estás? Más o menos. Contesto mientras le entrego el dinero. Luego se larga por donde vino. Hasta cuando lo vuelvo a llamar.

Te vuelvo a mentir, cuando digo no hay hombres que valgan la pena. No me interesa conocer a ningún tipo, de eso estoy segura.

Me despierto, salgo de mi cuarto. Te miras por última vez en el espejo, ya se te hizo tarde. Te acercas y te despides con tu sonrisa, huelo tu perfume. Voy a la cocina y mientras le doy un mordisco a mi tostada francesa, leo la lista de tareas de esta semana.

Tierra de Contrastes

Tierra de Contrastes


Un mosaico de tejados de zinc se extendió bajo mis ojos, en medio de la selva que me acompañó durante casi todo mi vuelo desde Bogotá.
El Jetsream41 descendió un poco, la selva se veía más cerca de mis pies. Dos giros, se inclinó y gimiendo herido, se dirigió a la pista del aeropuerto. Hicimos contacto con una calle semipavimentada de unos cuantos metros.
Quibdó me recibió con un abrazo de calor pegajoso y húmedo, un sabor tropical y un vago aroma a herencia africana.
Un taxi me esperaba para llevarme al barrio el Silencio, me lleva por la calle principal. A su lado el río Atrato me sorprende, imponente y orgulloso porque la vida de la población gira en torno suyo. Canoas, lanchas que parten y llegan. Al otro lado lo que parece un caserío indígena. Mujeres negras con ropas coloridas y cuerpos voluptuosos. El mercado: Vendedoras de pescado fresco, montones de pescado seco, racimos de plátanos, chontaduros de rojos y naranjas intensos. El malecón y la Iglesia de San francisco de Asís, patrono de esta ciudad que en Septiembre baja de su pedestal, se mezcla con el pueblo y cambia su nombre a San Pacho. El recorrido sigue, también el caos del tráfico; motocicletas de diferentes tamaños y marcas, van de un lado a otro en esta calle de doble sentido, sin señalización y con un par de semáforos. Mientras el taxista evade hábilmente los huecos, me cuenta que en la Iglesia hay mucha gente porque es el entierro de la “Tati” un peluquero que se inyectó no se que cosa en las nalgas y días después murió en una clínica de Medellín. Inmediatamente cambia de tema y me pregunta si vengo por las fiestas, antes que le conteste, me dice que son las mejores del mundo, que la voy a pasar muy bien bundiando. Esa fue la primera vez que escuché esa palabra, luego la escucharía y la repetiría hasta el cansancio. Todo el tiempo se refirió a mi, como: Profe ( Después supe que esa palabra era utilizada, como en otros lugares se utiliza Doctor o Doctora)
El silencio es un barrio bien de Quibdó, de casas bonitas, calles pavimentadas y andenes en buen estado. Mi recibimiento fue efusivo y cálido. Me enseñaron mi cuarto, me explicaron como era eso del acueducto(Ese que no existe aquí, en una ciudad rodeada de tantos ríos) me mostraron la “Piscina” donde se aprovisiona el agua lluvia para bañarse, para lavar la ropa, para el aseo en general. Yo solo pregunté ¿Y sino llueve? A lo que me respondieron ¡Ay seño, aquí siempre llueve!
Efectivamente, esa noche cayó con furia un aguacero de selva tropical y fue así durante ochenta y siete noches de las noventa y dos que pasé aquí. También esa noche fue mi primer baño con agua lluvia “agua tirá” en el patio, directamente de la “piscina”
A la mañana siguiente un desayuno típico Tapao de bocachico. Preparado por doña Perla, una mulata de dientes muy blancos, a quien le tomé mucho cariño y a quien le debo mis kilos de más por su afán de alimentarme con Sancocho de Mulata Paseadora, Sancocho de Carne Ahumada, Sopa de Fideos con Queso Costeño, Arroz Clavado, Pastel de arroz, Pescado en Leche de Coco…
Esa mañana, como todos los turistas me fui al Malecón, el Río Atrato estaba más caudaloso por el aguacero de la noche anterior. Era reconfortante observar la trayectoria del río, las pequeñas embarcaciones, la selva y el caserío en la otra orilla. Algo llamó mi atención: Unas dragas abandonadas, en mal estado. Me contaron que eran de una empresa Brasilera, que el gobierno confiscó porque estaban sacando oro y platino con licencias falsas en complicidad con algunos funcionarios corruptos de la ciudad.
Sin embargo por momentos se tornaban invisibles, en medio del paisaje hermoso que dibujaba el río a su paso. Indígenas cruzando el río en sus canoas, lanchas con motor fuera de borda, que dejaban sus huellas provisionales y dejaban también a sus pasajeros y que llevan a curiosos como yo, a dar un paseo de media hora. A pesar de mis nervios evidentes, cámara en mano traté de capturar algunas imágenes, pero fue difícil. La lancha en movimiento y yo inmóvil porque temía que si me movía mucho podría caer al agua y no tenía chaleco salvavidas.
Una noche conocí un lindo restaurante a orillas del Río Atrato. La cocina quedaba justo en la entrada, se veía a las cocineras picar, asar, freír con mucha destreza. Las mesas y el piso de madera, decoraciones artesanales típicas del Chocó. Me senté en una mesa donde se podía observar el Río, estaba sereno, la melodía de su corriente se mezclaba con la chirimía que se escuchaba al fondo. Pedí una cazuela de Bagre, la disfruté mucho, mientras recordaba que mañana sería 20 de Septiembre y comenzarían las fiestas patronales de San Pacho.

San Pacho: Bunde y Arrechera

Fueron 14 días carnaval, un día de reflexión y 15 días de Sancocho de las 7 Carnes. La gente adornaba sus barrios con banderas, hubo desfile todos los días por cada barrio y el último día la figura de San Francisco de Asís recorrió toda la ciudad. Un ejemplo de Sincretismo entre lo católico y las religiones africanas.
Por esos días conocí una nueva palabra: Caché, que es el disfraz que se utiliza en las comparsas, al que le dan mucha importancia. Eso lo noté en cada desfile, creatividad, mucho color. Pero lo que cualquier visitante podía notar y nunca olvidar es la alegría desbordante y contagiosa de esta fiesta que no sé si es la más larga de este planeta, pero estoy segura que es la más espontánea y colorida.