lunes, 23 de junio de 2008

Cuento con muda de Narrador

UNO MAS

Viernes 4:30 de la tarde camina por la séptima, en una de esas tardes frías que se acostumbran en Bogotá, no sabe cuantos kilómetros ha recorrido, entregando hojas de vida. Mientras sus pasos se hacen lentos, piensa en todo lo que ha padecido desde que perdió su trabajo. Ya vendió todos los muebles, los electrodomésticos, solo le quedan el colchón y la estufa, le cortaron el teléfono, el agua y la energía. Para bañarse y limpiar un poco el apartamento le pide a Chucho el portero que le regale un poco de agua. De pronto su estómago le recuerda que ayer sólo desayunó y que hoy son casi las 5:00 y no ha comido nada, recuerda a su profesor de Biología : el ser humano puede vivir 36 días sin comer alimento y hasta 4 días sin tomar agua, él sólo lleva dos días y siente que no puede más.
Se detiene en frente de una panadería, sin pensarlo, entra y pide 2 panes de mil, 3 salchichas y una bolsa de leche y cuando le entregan el pedido, señala una nevera que está al fondo donde hay gaseosas, cuando la señora que lo atiende le da la espalda , sale corriendo, corre tan rápido como puede, piensa que lo persiguen y que todos saben que acaba de robar en la panadería. Está exhausto, llega a un paradero y allí se sienta a comer con desesperación el “manjar” que tiene en sus manos.
Esa noche en su colchón no podía dormir, pensaba en que mañana sería otro día en que tendría que pedirle a chucho, agua para bañarse, desayunaría el pan y la salchicha que guardó y luego qué . Ya no tenía más hojas de vida para repartir y tampoco dinero para imprimir más, entonces tendría que ir al supermercado a comer degustaciones, leer revistas, ver una y otra vez los mismos videos en los televisores de pantalla líquida. Ya conoce casi todos los supermermecados de la cuidad, en algunos ya no puede entrar, lo guardas de seguridad piensan que es un ladrón y no le quitan la mirada de encima. Recordó a su madre que había muerto 10 años atrás , a su padre del que no sabía nada hace mucho tiempo. La desesperación se apoderaba de sus pensamientos y no lograba dormirse.
Sábado 7:00 de la mañana, un nuevo día, el mismo colchón, en el apartamento vacío y la misma soledad, se levantó le pidió agua a Chucho, desayunó el pan y la salchicha producto de su ‘asalto”. Está en la ventana mirando hacía la calle, hay gente que va de prisa a sus trabajos, a estudiar, tienen una vida, él no tiene nada, estaba en esos pensamientos pesimistas, cuando el timbre del celular, al otro lado la voz de Fernando, su amigo de años.
Qué más hermano? Tengo una llamada perdida y pues aquí se la estoy devolviendo .
– Yo me atreví a llamarlo el otro día para pedirle un favor, pero la verdad da verguenza y no insistí.
– Cuente Jorge que le pasó?
Y le contó todo lo que había vivido en estos últimos meses, sus deudas su apto casi desocupado, su ducha a punta de valde y su “asalto” a la panadería.
– Oiga hermano, usted como no me había llamado antes, si hasta ladrón se volvió, tranquilo yo le presto la plata para que pague esos meses retrasados de renta y se viene a vivir a mi apartamento mientras consigue empleo , usted ya sabe yo vivo con mi primo, le toca acomodarse en el sofá y sus tres comiditas diarias no le van a faltar, para eso somos los amigos.
Entonces Jorge empacó su ropa, le regaló el colchón a chucho y se fue a vivir al apartamento de su amigo. Se sentía incomodo, no estaba acostumbrado a ser un un arrimado, pero no podía hacer otra cosa.
Pasaron semanas, seguía llevando hojas de vida, se encargaba de organizar el apartamento y de tener la comida para sus amigos.

Mi desesperación crecía, no conseguía trabajo, era un mantenido, comiendo y durmiendo gratis . Con deudas entre otras la que tenía con Fernando.
Una noche mientras nos comíamos mi sudado de carne con arroz, Fernando me preguntó:
Entonces hermano tenido suerte buscando trabajo?
– No, nada me resulta.
Dejó los cubiertos sobre el plato, se tomó un trago de Coca-Cola, miró a su
Primo, como esperando su aprobación y me dijo:
– En estos años que nos dejamos de ver, mi vida ha cambiado, usted se da ha dado cuenta, tengo mi buen apartamento, mi carro, la plata no me falta y no lo conseguí trabajando como negro en el Banco, hace rato que no trabajo allí y ahora tengo mi propio negocio.
– Cuál es ese negocio tan lucrativo? Qué me va a dar trabajo? – solté una carcajada. Pero, los dos no se rieron estaban muy serios.
– Jorge, yo le puedo ayudar a salir de la inmunda.
Fernando le contó lo que había sido su vida en estos últimos años, de como lo echaron del Banco, después de 10 años, de los amigos que le presentó su primo, de la primera vez que se fue de mula a los Estados Unidos, de sus otras veces a México, España. Un tiempo después ya conocía bien el negocio y dejó de cargar con la droga, se consiguió los contactos , ahora la compraba en Colombia y la vendía por el doble en el extranjero.
Tenía una “oficina”, donde trabajaba con su primo, una enfermera que se encargaba de preparar a las mulas para cargarlas con la “mercancía” y una vieja y un tipo que buscaban y convencían a las posibles mulas.
Tenemos un viaje a Aruba, necesitamos una pareja , que se vaya de luna de miel, se les paga 6.000 dólares, 3.000 a cada uno. Los tiquetes y la estadía en el hotel durante 5 días, va por cuenta nuestra. Se le mide?
La verdad, lo primero que pensé fue cuantos pesos colombianos son 3.000 dólares, más o menos $ 5.100.000, con eso la pagaría a Fernando, me pondría al día con la tarjeta de crédito, me compraría un traje, si voy bien vestido, seguro me tienen en cuenta en las entrevistas, no era una solución defenitiva, pero si una salida a mis problemas inmediatos. Y le respondí a Fernando:
– Si hermano, me le mido.
A día siguiente fuimos a la “oficina”, allí me presentaron a Marcela una mujer bonita de no más de 30 años, cabello negro , corto y ojos verdes preciosos, estuvimos hablando largo rato, conociéndonos un poco,entre nosotros hubo mucha empatía, me dijo que estaba asustada, que nunca había hecho algo así, pero necesitaba ese dinero con mucha urgencia. Me enteré que era madre soltera de una niña de tres años, vivía con su mamá, hacía 4 meses estaba sin empleo y el sustento de esa familia dependía sólo de ella. Pensé que mis problemas eran nada, si los comparaba con los de Marcela, yo estaba solo, nadie dependía de mi, sentí que tenía que cuidarla.
Ese mismo día empezó nuestro “entrenamiento”, tragando uvas verdes y grandes , una tras otra, en dos días, ya estábamos “listos”
El viernes en la tarde, el primo de Fernando y la enfermera nos llevaron a un apartamento en el centro de la ciudad, nos dijeron que dormiríamos allí esa noche. Nos dieron ropa, zapatos y una maleta para cada uno, empacamos. Nos explicaron que mañana las 7:00, nos cargábamos con la “mercancía”,no podíamos comer nada desde esta noche hasta llegar a Aruba y descargar la droga, el vuelo salía a las 10:45, nos repetían una y otra vez que había que estar calmados, “frescos” y no dar boleta.
La enfermera nos dio laxantes y nos puso enemas –esos estómagos tienen que estar vacíos para que quepa toda la carga.
Esa noche Marcela y yo tratamos de dormir los nervios y la ansiedad nos desvelaban.
Y llegó la mañana del Sábado, a las 7:00 estábamos sentados en el comedor, no había huevos, ni café, ni pan, sólo dos vasos de agua y unos platos con varias cápsulas de color crema, parecían del mismo material de los guantes de cirugía, se veian más grandes que las uvas. En poco más de media hora ya me había “cargado” mis 65 cápsulas y a Marcela le faltaba un poco menos de la mitad, vi en su rostro la angustía, no podía tragárselas todas, el primo y la enfermera empezaron a presionarla, Marcela dijo que no podía más y se puso a llorar. El primo dijo, yo no se mija pero se tiene que tragar todo eso, si esa vaina no llega completa, nos metemos en problema el hijueputa, la enfermera: cálmese niña, respire y Marcela no dejaba de llorar y de repetir no puedo más, entonces yo les dije: yo me las trago, acerque el plato y empecé de nuevo, pude con 15 más, en plato quedaron 10. El primo se cogía la cabeza y soltaba madrasos, ni mierda, me los llevo pal aereopuerto, ustedes verán como se las arreglan con los manes de Araba.
Abajo nos separaba Fernando en un carro, nos saludó y me entregó un celular y un sobre, mire allí van 1.200 dólares y el celular sólo recibe llamadas, lo van a contactar para la entrega, ok.
En el aeropuerto, registramos nuestros tiquetes, pasamos la aduana y nos sentamos en la sala de espera, Marcela estaba muy nerviosa, yo la tomaba de la mano y le decía la frase de cajón más desgastada del mundo: tranquila todo va a salir bien.
A las 10:25 hicieron el primer llamado de nuestro vuelo, llegamos despacio a la fila y minutos más tarde abordamos, nos fuimos a Aruba con más que nuestras maletas, con una carga extra, que podía poner nuestra vida en peligro, pero también nos podía mejorar esa misma vida que estaba bien jodida.
Llegamos a esa Hermosa isla en el mar caribe, al norte de Venezuela, pero que pertenece a Holanda, nuestro destino era Palm Beach. Al hotel Coconut Inn le dije al taxista.
Nos registramos en el hotel , ya en nuestra habitación sabíamos que hace : tomar los laxantes que nos empacó la enfermera y evacuar. Le dije a Marcela: primero las damas, ella inmediatamente fue al baño, después de varios minutos salió muy pálida con su bolsita en la mano, luego entré yo, como media hora desechando toda esa “mierda” que tenía dentro, me lavé las manos y la cara, me miré al espejo tenía cara de enfermo, le dije a mi reflejo: bueno hermano, pasamos los controles de la policía, llegamos vivos, ahora sólo falta entregar esa porquería, reclamar los dólares y olvidarme de todo, porque ni por el hijueputa yo vuelvo hacer esto.
Sonó el celular que estaba en el bolsillo de su pantalón y lo sacó de sus reflexiones.
– desempacaron?
– Ya vamos para el hotel, somos sus amigos Omar y Wilson que los vamos a saludar y a darles la bienvenida a la isla.
En menos de media hora los tipos se estaban anunciando en la recepción.
Entran sin saludar, uno de ellos dijo:
– ya tienen todo listo? Vamos a contar. 1, 2,3,4…115, aquí faltan 15, eran 130.
– El otro man habló:
– ya nos habían avisado de Colombia, no fueron capaces de cargar con todo, miró a Marcela y dijo: la niña bonita se puso a llorar y no hizo bien el trabajo y usted qué marica? No pudo tragarse más que 10 de la parte de su mujercita.
– Pues sino hay mercancía completa, tampoco van a ver un sólo dolar
– Pero, que le pasa hermano, sólo son unas cuantas cápsulas.
El hombre enfurecido toma a Jorge por el cuello y le responde a gritos:
– Faltan 15, este guevón no tiene ni idea cuanto valen las “cuantas” cápsulas que dejaron en Colombia. Pues más o menos esos 6.000 dólares que se iban a ganar.
Pero… alcanzó a gesticular Jorge.
– Quiere discutir? Discuta con esta, se levantó la camisa y le mostró amenazante el arma que traía encima.
Marcela se aferró a Jorge y en medio del llanto les suplicó que nos les hicieran daño. Jorge se limitó a decir : tranquilos, lo que ustedes digan, aquí nadie va discutir nada.
Los hombres no dijeron nada más, recogieron las cápsulas y se marcharon.
Marcela, me abrazaba fuerte y me decía : todo esto es mi culpa, sólo le dije, lo que importa es que estamos vivos.
Nos quedamos así, abrazados, sin decirnos nada, hasta que se ocurrió decir :
– Tienes hambre?
Bajamos al restaurante , no dejamos nada en los platos. Esa noche salimos a caminar en la playa, a olvidarnos de la sensación de tener el estómago lleno pero con hambre, de la tensión constante, del miedo a que nos descubran, de unas armas apuntando, de 6.000 dólares que nunca vimos.
En esos 5 en Aruba, escapamos de la realidad que nos esperaba en Colombia. No
Había dinero para gastar, porque acordamos guardar los 1.200 para nuestro regreso. Así que todos los días nuestro destino era playa, llegar puntuales a comer al hotel y caminar mirando lo que no se podía comprar, pero de todas formas era nuestro paraíso de 5 días .
La última noche en Aruba, le propuse a Marcela que compráramos cervezas y nos fuéramos a bailar Calipso en los concursos que hacían en la playa, decidimos no gastar más de 100 dólares. Bailamos hasta la media noche, nos tomamos unas cuantas cervezas, nos besamos otras tantas, corrimos al hotel, nos quitamos la ropa entre risas y con torpeza, hicimos el amor con desesperación, sin remordimientos, nos desahogamos sin escrúpulos.
Cuando desperté estaba solo en la cama, me levanté , no encontré a Marcela, tampoco estaba su maleta, en la mesita de noche estaba mi tiquete y 100 dólares y una nota:
Lo siento, necesitaba más ese dinero que tú, adelanté mi vuelo a Colombia. Te deseo lo mejor, eres un buen hombre.
Caminé hasta el baño, abrí la ducha, me metí bajo el agua y empecé a reírme muy fuerte, en eso estuve como media hora, me vestí, hice mi maleta, bajé a desayunar, luego dije en recepción, que si podían subir para recibir el cuarto.
En menos de una hora estaba en la puerta del hotel, con mi maleta en la mano derecha y el tiquete en la izquierda, con 100 dólares en un bolsillo del pantalón, allí de pie, mirando de un lado al otro, lo decidí, abrí la maleta, guardé el tiquete y empecé a caminar.