miércoles, 30 de abril de 2008

Cuentos breves para la inscripción




CUENTO DE HADAS

El príncipe y la princesa se casaron y vivieron felices para siempre…………
Pero no fue para siempre, la princesa se cansó de estar siempre del brazo del príncipe, sonriente y haciendo la venia; se cansó de tomar el té con la reina todas las tardes, de vivir en el palacio rodeada de sirvientes que hacían todo por ella; la princesa reclamó su independencia, quería ganar dinero trabajando, quería viajar lejos de su reino, quería vivir….
El príncipe no estaba de acuerdo, entonces la princesa se fue al juzgado y pidió el divorcio por diferencias irreconciliables y vivió por un tiempo soltera y feliz; luego se volvió a casar.






SIN REGRESO


Sintió un fuerte dolor en el pecho, se le iba el aire y se derrumbó, llamaron una ambulancia, llegaron a emergencias, los médicos hacían lo posible, para revivir su corazón que había sufrido un infarto, él estaba consciente, escuchaba las voces de los doctores, de las enfermeras y los sonidos de los aparatos médicos.
Sentía descargas eléctricas que se repetían una y otra vez y luego la presión de unas manos sobre su pecho; trataba de aferrarse a la vida, en su mente veía los rostros de su esposa y sus hijos; pero todo fue inútil , todo se fue desvaneciendo, sólo quedaba el silencio, hora de la muerte : A las 22 horas, 15 minutos.

LA MISMA HISTORIA


Cuento enviado para la Inscripción al taller


Yo conocí a Mario hace unos pocos años, lo conocí en su barrio, en el barrio al que nos “tocó” ir a vivir a mi familia y a mi, por los giros que da la vida; mi papá tenía una pequeña empresa y por la crisis económica o por los rezagos de la apertura económica o por el TLC o por todas esas cosas juntas; se quebró y para tratar de salvar la empresa, le pidió prestado al banco y como no pudo seguir pagando las cuotas, le hicieron cobro jurídico y al final mi papá vendió la casa para pagarle al Banco. La casa en donde crecimos, nuestra casa en el Barrio Olímpico, un buen barrio al sur de Cali, no éramos ricos, pero vivíamos cómodamente; ya no pude seguir estudiando en la Universidad, tuve que empezar a trabajar, mi papá se rebusca, mi mamá pues pendiente de la casa,
“ya no hay empleada” y mi hermano, bueno él, es tema para otra historia.
Bueno, como nuestra situación no daba para más, con el poco dinero que sobró de la venta de la casa, mi papá se compró una “ casita” en un barrio popular estrato 2, eso fue duro para mí, muchos amigos no me volvieron a visitar, esos no eran amigos entonces y la verdad es que me daba pena invitar a los pocos que conservaba, tenía que hacer nuevos amigos, pero, en este barrio la gente es diferente: Ponen la música a todo volumen , a cualquier hora y es la peor música, esa de cantina, de Darío Gómez y de los demás que lo quieren imitar, la gente se muere y la velan en la caseta comunal( en donde también celebran los 15 años, la primera comunión y los bautizos), se llaman a gritos ó con unos silbidos insoportables, las casas son sencillas, pero, eso sí, tienen equipos de sonido que retumban y televisores muy grandes, bueno aquí hay muchas extravagancias más, pero yo quiero contar la historia de Mario……
Mario siempre ha vivido aquí, tenía tres hermanos, ahora tiene dos, estiben y leydi, vive con su mamá, no tiene papá, bueno tenía, pero lo mataron y no fue por “buena persona”. Eso dicen.
Don José era alcohólico, le pegaba a su esposa y a sus hijos, también era un ladrón,, se dedicaba a negocios turbios, andaba enredado con “ gente mala”, eso dice doña Rosa, su viuda.
Mario creció en ese ambiente de violencia, cuando era pequeño recibió muchos golpes, pero ya adolescente se enfrentaba a su padre, él defendía a su mamá y a sus hermanos. Una vez, hace unos años llegó sus casa en la noche, venía de reunirse con sus “parceros” (así le dice él a su grupo de amigos) y encontró a su mamá llorando con ojo morado, la boca inflamada y con su hermano Jonathan en sus piernas, que había tratado de defender a su mamá pero recibió un puño en la nariz, tan fuerte, que se la rompió, entonces Mario lleno de ira, buscó a su padre que estaba muy tranquilo viendo TV, empezó a insultarlo y le dijo que era un cobarde, que le pegaba a niños y a mujeres, que se enfrentara con un hombre de verdad y se encendieron a golpes y Mario tenía tanta rabia que lo golpeó y lo golpeó. Don José quedó inconciente, que lo llevaron al puesto de salud y doña Rosa triste llorando y regañando a Mario, sin decir una palabra, para él su mamá es lo más sagrado, así esté equivocada. Bueno al final don José se recuperó y volvió a lo mismo: A embriagarse, a volverse violento, a sus malos pasos con malas compañías y a sí fue como una noche cuando salía de uno de esos bares de mala muerte, un tipo le disparó muchas veces y allí mismo murió.
En la madrugada la avisaron por teléfono a doña Rosa y eso fue terrible, ir a la morgue a reconocerlo, firmar los papeles, responder las preguntas de los policías y luego todo lo del entierro y adivinen donde lo velaron, sí allí mismo en la caseta comunal, vino mucha gente, algunos familiares, (de esos que uno ve sólo en los entierros) algunos amigos, muchos curiosos y viejas chismosas. Los “amigos” de las parrandas vinieron con la botella en la mano, todos borrachos y le cantaban la famosa canción del rey del despecho: “Nadie es eterno en el mundo”………
Doña Rosa inconsolable, Leydi abrazada a su mamá, igual que estiven, Mario nunca lloró y su hermano Jonathan lo imitaba, ahora Mario era el hombre de la casa.
En esos días Mario trabajaba en una bodega de materiales para la construcción, era un trabajo duro, cargando bultos y cajas desde las 6:30 de la mañana, tenía media hora de almuerzo y de nuevo la rutina hasta las 5.00 de la tarde, no ganaba mucho, a veces hacía turnos de noche, casi todo lo que ganaba se lo daba a su mamá, ella trabajaba planchando y lavando ropa varias veces a las semana pero la plata no alcanzaba, se las arreglaban como podían, para pagar la energía, el agua, el gas, el teléfono, la comida, el colegio de Leydi y estiven.

Jonathan se fue a prestar el servicio militar lejos de Cali, como no terminó el colegio, le tocó como soldado raso, de esos que tienen combates y dan su vida por este país del sagrado corazón….

Un día llegó la noticia, esa que llega a muchas familias, que hace desgarrar el corazón de muchas madres en Colombia: “Señora, su hijo murió como un soldado valiente, defendiendo la patria”

El camión donde iba Jonathan fue emboscado por la guerrilla, murieron 7 soldados, entre ellos Jonathan el hijo “bromista de doña Rosa” él que animaba las fiestas del barrio. Otro sepelio más, un dolor mucho más profundo para doña Rosa y esta vez Mario si lloró, tenia rabia, maldecía a la guerrilla, al ejercito, maldecía ser pobre. -Si tuviéramos plata, podríamos haber comprado la libreta militar, como hacen los papás de los niños ricos-
Ese día en el entierro de su hermano, Mario se prometió que la daría una mejor vida a su mamá y a sus hermanitos, no importaba como, pero iba a conseguir plata. Su mamá no iba a lavar más ropa ajena, él ya no se rompería la espalda cargando bultos por un sueldo mínimo, que apenas alcanzaba para pagar los servicios y para comer arroz con lentejas, estaba cansado que en Navidad no le podía comprar a sus hermanita la barbie que salía en los comerciales de la TV y que Leydi tanto quería, estaba harto de vivir así, de soñar con tantas cosas y conformarse con nada y entonces su vida tomó otro rumbo, el rumbo que toman muchos en este país, porque no tienen las mismas oportunidades, porque no pueden escoger otro camino, terminan en el camino del dinero “ fácil” pero, realmente no es tan fácil porque está lleno de riesgos: arriesgan su familia, sus amigos, arriesgan su alma, arriesgan su propia vida.
Mario se fue por ese camino, el del dinero “ fácil “ y el de los riesgos, aceptó el trabajo que hacía tiempo le estaba ofreciendo un “lavaperros” que conocía a un “ duro” que pagaba bien.
Pasaron un par de años y la mamá de Mario ya no lava ropa ajena, ahora comen carne todos los días, Mario remodeló la casa, cambió los muebles, compró un TV inmenso pantalla plana, sus hermanitos no se atrasan en la pensión del colegio y ahora usan ropa de marca. Doña Rosa a veces le pregunta: -- de dónde sale toda esa plata? - Porque vienen esos tipos en camionetas a buscarlo a cualquier hora--
Y él decía: -- tranquila viejita, esto será por poco tiempo, estoy ahorrando para montar un negocio, todo saldrá bien no se preocupe—
Y pasó un tiempo y Mario ya no era un simple “ lavaperros” , ya conocía al “ duro” y el “ duro” confiaba en él, ya no hacía “ mandados”, ahora hacía cosas “importantes”.

A veces cuando llegaba a su casa, su mamá le repetía: -- mijo, usted me prometió que se saldría de ese mundo y Mario le contestaba:-- pronto, mamá, pronto le cumpliré esa promesa y mire viejita el regalo que le traje.

A Mario le costaba ver a su mamá a los ojos, porque desde que empezó a trabajar en “eso”, los valores que le inculcó se fueron a la basura: traficaba, golpeaba a personas, las amenazaba y ya hasta tenía unos muertos encima.

Muchas veces a media noche despertaba sobresaltado por cualquier ruido y lo primero que hacía, era tomar su arma que estaba debajo de su almohada, ya no podía dormir tranquilo, se había ganado muchos enemigos, temía por su familia, pero era precisamente por su familia, que hacía lo que hacía. Aunque en el fondo él sabía que había otras razones: El dinero, el poder…

Aunque le decía a su mamá que pronto abandonaría esa vida, él sabía que no era tan fácil porque entre otras cosas la ambición se había apoderado de sus pensamientos, todos los días trabajaba por su nuevo objetivo: Legar a ser un “duro”.
Pero eso nunca lo logró…

A la finca del “duro” llegó la policía y se armó una balacera espantosa, hubo muertos de parte y parte, uno de ellos Mario.
Sí Mario, el que antes se reventaba la espalda cargando bultos y cajas para mantener a la familia, el que le daba consejos a su hermanito para que no se metiera en líos y le ayudaba con las tareas, el que le contaba cuento a su hermanita y en Navidad le regalaba la Barbie de moda, el que adoraba a su mamá y le llevaba regalos, ese mismo que yo conocí el día que llegamos a este barrio y nos ayudó a bajar las cosas del camión de la mudanza.